Sobre LA PARTITURA PLURAL 
             
              
            La Partitura Plural 
-La sensibilidad de una artista- 
              
            
                
              Voy a comenzar diciendo que este es un libro pluridimensional, que, si bien el nervio del
                mismo es la música, los modos en que se la aborda son diversos. La misma María Neder nos lo
                anticipa a modo de subtítulo cuando en la página 5 nos dice: entrevistas, testimonios, acordes,
                poemas, contrapuntos. Sin embargo, y para referirme a él, a mí me urge encontrar un
                sustantivo que lo defina unívocamente, y estoy seguro de no equivocarme si la palabra que
                elijo es “faro”, Este es un libro faro, un libro que viene a poner luz sobre las desconocidas
                orillas de un inmenso mar llamado música: nombres, instrumentos, movimientos, anécdotas, 
                razones y estilos, tan vastos como la sensibilidad y el tiempo le permitieron a María poder
                abordarlos. 
                
               Siempre pensé que aquello que define a un artista, no es su ocupación o producción
                propiamente dicha, sino su sensibilidad. Sin ella no hay hecho artístico. Cuando nos referimos
                al arte, a lo artístico, lo que el ser humano produce sin sensibilidad, no es otra cosa que el
                mero resultado de un ejercicio que, por su práctica, tiene una resolución óptima, un producto
                que habrá de lucir muy bien y ha de sentirse agradable, pero lejos estará de ocupar un lugar en
                el podio de lo artístico. La sensibilidad es la que, muchas veces, define al ser humano como un
                artista, aunque éste no haya producido jamás ni tan siquiera un intento de algo que tenga 
                relación con el arte. Por otra parte, alguien que se defina como artista, ya sea músico, pintor,
                poeta, escultor, etc. si no tiene una sensibilidad que le permita conmoverse, interesarse y
                acercarse a cualquier otra rama del arte, no es más que un productor en serie de algo que le
                resulta fácil; alguien que desempeña un oficio con virtuosismo y que califica como buen
                oficiante de una sociedad que siempre estará necesitada de entertainment. 
               
                Podríamos decir, entonces, que éste es el libro que define a María Neder como artista; sus
                libros de poesía nos hablan de una mujer poeta, pero La partitura plural, viene a confirmarnos
                su condición de artista a la que la poesía no le alcanza, y se sumerge en el mar de la música,
                para que su espíritu melómano su haga carne y con generosidad nos la ofrece. 
               
                Cito: 
               
                “La partitura plural es una composición literaria nacida en la escucha, me repito. Si este libro
                nace de una escucha, entonces ha nacido en el temblor de mi cuerpo cuando presencié la
                primera vez el solo introductorio de Zamba de Lozano por Bernardo Baraj en saxo y, en algún
                lugar de mí, se instaló (desde la poesía, gracias a Olga Orozco, usamos el término “tatuaje”,
                es lo que nos ha marcado). Es parte de mi constitución espiritual y mental, por tanto,
                también: se expresó en acciones concretas mucho después.” 
               
                Es decir, María abre su sensibilidad auditiva, para que su condición de poeta haga que el
                sonido del saxo, esa introducción a la zamba de Leguizamón y Castilla, se encargue del resto. 
                Un instante, un “tatuaje” marcándola para siempre. 
                
              -un libro generoso- 
               
                Cuando un artista no necesita probarse como tal, es su espíritu el que se sale de la vaina por
                romper con lo que su corazón y su cabeza atesoran. Comienza, entonces, un viaje gozoso por
                los caminos de la generosidad; de su convencimiento nace el maestro que disfruta socializandolo aprendido, y es dichoso transmitiendo esa dicha a sus semejantes. Aquí, hubo un día en que
                María sintió que le resultaban chicos su corazón y su cabeza con todos los conocimientos y
                disfrutes que tenía acerca de la música, y vino a desahogarse con La partitura plural. Un artista,
                siempre, en mayor o menor medida, es un maestro, un docente, que sabe y confía que habrá
                discípulos destinados a superarlo, y esto, lejos de intimidarlo, lo hace feliz, confía en que la
                dicha que le otorga el conocimiento se esparcirá como el aire aumentándola. Este libro es una
                cátedra que viene a ilustrarte con los nombres más importantes que han transitado y transitan
                el jazz, el folclore, la composición y la ejecución de tal o cual instrumento. No se contenta con
                la transcripción de entrevistas que son un deleite (María, aquí, se vuelve la mejor reportera
                musical que existe), sino que, también, trae testimonios y soliloquios de autores notables que
                se vuelven una joya literaria, del mismo modo en que, también, hay textos de músicos cuya
                condición de artistas se expresan por el lado de la prosa y la poesía. A propósito de esto,
                quiero citar las palabras de Ernesto Snajer que nos habla del paso del tiempo y los modos de
                percibir o ejecutar música, que, aunque parezca exagerado, el párrafo se vuelve, más que una
                reflexión, un acto filosófico. Él nos dice: 
               
                “la manera de escuchar la música, sin dudas varía con el correr del tiempo. A veces cuando
                observo a una persona joven que no ha escuchado mucho aún, siento envidia. Porque creo
                que la capacidad de sorprenderse con algo nuevo se va perdiendo irremediablemente con los
                años. 
               
                No es que ya no aprecie ni disfrute de lo bueno. De hecho, sigo disfrutando mucho con la
                música, y eventualmente algo que no conozco, me emociona.                 
                
              Lo que extraño, y mucho, es ese estado en el que me sumergía cuando escuchaba música de 
                adolescente, esa sensación de que, por un momento, lo único importante en mi vida era
                prestar atención a lo que sonaba.” 
                Salvando todas las distancias del caso, nunca, nadie, antes, me había descripto con tanta
                certeza, lo que mí mismo me pasa como oyente y simple melómano que anda por la vida. 
                
              -final a toda orquesta- 
               
                Alguna vez, para otros fines, leí y copié, sin registrar su autoría, lo siguiente: “La importancia
                de la música radica en que la misma es un fenómeno que permite conocer, no sólo al
                instrumentista, compositor o grupo que la ejecutan sino también al oyente o a las personas
                que la disfrutan, pudiendo entonces reconocer sus preferencias, su tipo de carácter, su forma 
                de expresión o sus preocupaciones debido a que todos estos elementos se ven plasmados en
                el estilo musical, en la letra, en la melodía, etc. Así, la música puede ser fácilmente un
                símbolo cultural que establece estándares no sólo individuales si no también sociales
                respecto de los grupos que siguen a tal o cual música y que ven en ella representadas sus
                características más relevantes.” 
               
                Pensando en esto último, diría que éste, no es un libro para especialista, ni siquiera para
                músicos o melómanos exclusivamente, muy por el contrario, La partitura plural es un mapa
                que se extiende para ser recorrido por cualquiera que quiera disfrutar de una aventura sonora,
                lleno de vivencias, y que sirve como estimulante para comprender y acercarte a espacios
                sociales que no tienen mucha visibilidad, pero están latiendo, y son mucho más poderosos y
                fructíferos que todas las temporadas de Gran hermano o cualquier noticiero de la tele. Puede,en todo caso, que, a partir de su lectura, te acerques a escuchar a los músicos que hablan y de 
                los que se habla en el libro, y entonces, si, pases a ser parte “de los grupos que siguen a tal o
                cual música y que ven en ella representadas sus características más relevantes.” 
               
                María Neder, poeta, gestora (no olvidar aquellos años cuando, desde su local de Puerto
                Almendro, en la villa de Merlo, tuvo la iniciativa de llevar adelante el ciclo anual “Conciertos
                del Conlara” con un recital por mes, donde se dieron cita los nombres más destacados de la
                escena del jazz, y los “Conciertos de Guitarras del mundo” con Merlo como sede y que, gracias
                a ello, aquí, en Villa Mercedes, tuvimos la oportunidad de disfrutar de algunos de esos
                conciertos), generosa por naturaleza, viene a dejarnos una catedra abierta que nos habla de
                música y de músicos y, como decíamos al principio, con un libro que es un faro ayudándonos a 
                conocer y recorrer ciertos tópicos, algunos nombres, en el vasto mar o el universo donde las
                sonoridades se entrecruzan, conformando el magma de un volcán a punto de estallar, con
                tantos ritmos e instrumentos tengamos en nuestra propia percepción y sensibilidad como
                seres vivos. 
               
                Gracias por este trabajo, querida poeta. 
                
              -Patricio Torne- 
                
                
              
                
                
               
               
              
             
             
              
            Sobre HERIDAS DE PÓKER 
             
              
            Jorge Boccanera (extractos correspondencia personal) 
              
            
              Querida María 
               
                … Me gustó mucho tu Herida de Póker  (desde el título), ese contrapunto entre juego y trampa, la apertura y lo  clausurado, la completud y el vacío.  
                 
                
              … 
                 
                
              Lo importante es que hay lenguaje, un fraseo  tuyo alrededor del eros, la música y sobre todo un “jugar” que es un “jugarse”.  Hay versos contundentes (brutal orgasmo hacia el abismo  de vos… Resbala como flash de tu mano esa baraja… no alcanza tu mano… y  apretás con sudor lo que te queda, entre varios) 
                 
                
              … 
               
                Me gustaron muchos poemas (Introito, Iniciar la práctica, La voz  impresa, Lugares, Estampa) y sobre todo como te plantás en estos 3 últimos  (para dar un ejemplo) donde hay menos merodeo y sacás la garra y escribís con  las entrañas. Lo importante es el proceso, la curva de lo que uno hace, y en  ese desarrollo estás dando pasos siempre sólidos. Brindo por eso y te mando un  beso  
                
              Jorge   
              
              
              
             
            
              
              
             
              
            Acerca  de Heridas  de póker y la poesía de María Neder 
              
            
              María Neder es una extraordinaria jugadora. Usa  las palabras con destreza y va lanzándolas -en avance y retroceso- a un espacio  donde se acomodan hasta estallar. Los fragmentos de esta combustión, del fuego  interno, emergen desde distintos ángulos en cada uno de los poemas de este  libro singular. 
                
               “En este juego no hay cartas marcadas / hay un  rapto del otro”, escribe. Es turbulencia del amor. El deseo como juego y el  juego del deseo en un fulgor inesperado. Lo anticipa con la cita de Platón que  inicia el libro. Y le otorga un espacio geográfico con la segunda cita de Ítalo  Calvino, a quien vuelve en algunos poemas.  
                Gilles Deleuze afirma el azar no es un principio sino la ausencia de todo principio. Así pues  devuelve a la ausencia o a la nada lo que sale del azar. 
               
                Un sentido similar aparece en el libro “El juego  como símbolo del mundo” de Eugène Frink cuando expresa: … el mundo es el dominio anónimo de la ausencia, a partir del cual las  cosas aparecen y a continuación desaparecen. La aparición es la máscara tras la  cual no hay nadie, tras la cual sólo hay precisamente la nada.    
                María Neder escribe “Aprendiz de maga es la  jugadora, / su afán disolver máscaras rehacerlas…” nos encontramos con una de  las claves del libro, del vacío a la aparición, a lo concreto. Este libro está  recorrido por la máscara y el pozo. Encubrimiento del juego y la caída al  abismo para retornar y volver al comienzo. El juego de lo cotidiano, barajar y  dar de nuevo.  
               
                El juego  es la repetición del deseo que no cesa.  Versos como: “Un itinerario sin mapas -brutal  orgasmo hacia el abismo de vos.” O “Una baraja es tormenta” son apenas algunas  pistas que muestran el azar como incertidumbre, una intemperie en donde la  esperanza es el intento de un tránsito hacia lo posible:  
                “… son  instantes como puertas / hacia el otro lado / puertas, resquicios anteriores al  acuerdo / de un juego cerrado”.  
               
                En el póker  –juego de barajas-, lo gestual, la mirada, asumen una importancia suprema.  Cualquier pestañeo o mirada es detonante, decisiva. De ahí que la autora –sagaz  observadora de los juegos en las relaciones humanas- toma como punto de partida  la simulación, un tejido de relaciones donde reina el simulacro, lo aparente.  Con esto vuelve a temas y perceptivas de libros anteriores, cuentos de sus  primeros libros aunque mucho más de los poemas de Fisura de boca (Alción Ed. 2004).  
               
                “Cronómetro de  señas / la atracción hacia el pozo”, concluye el primer poema titulado Introito.  
                Neder bordea  el lenguaje, su poesía es de pliegues, como lo ha dicho Jorge Boccanera: “un  montaje que intercala preguntas, frases entre paréntesis, líneas truncas, voces  ajenas”. Pero lo lúdico es un camino hacia dónde? En esos pliegues una de las  cartas es el juego del amor. Anverso y reverso de los naipes. Caras y  contracaras. Ella mezcla las cartas y comienza un juego. Su mirada es intensa.  Su oído es agudo. Suma música y profecía: “En un teclado se construye la casa /  esa torre de balcones suspendidos / en el vórtice de la escalera real”.  No precisa recurrir a la metáfora, el recurso  es a priori: el juego elegido –póker- como recorrido cotidiano. 
               
                René Guenon  afirmó Los juegos han sido,  originariamente,  muy otra cosa que las  simples distracciones en que se han convertido.   
               
                María Neder elige un juego de cartas, un  simbolismo tan antiguo plagado de connotaciones. Las barajas, primero fueron  símbolos mágicos, luego simbolizaron batallas. Posiblemente se originaron en la India, hay quienes afirman  que se originaron en China y Egipto. En Europa las primeras menciones de juegos  de cartas datan de los siglos XIII y XIV, introducidos posiblemente por los  cruzados, otros afirman que los naipes fueron inventados por las mujeres chinas  en los harenes para distraer su aburrimiento.   Son historias o leyendas, otros recorridos.  
               
                Aquí el juego es a cada paso, la habilidad de  despojarse de una baraja como ese cruce del azar que puede cambiar una  circunstancia. Con esta mirada profunda, la que se juega es la poeta, en  leguaje preciso, y va modelando hasta llegar a breves síntesis, atravesando  dudas y obstáculos. Es el mundo envuelto en los velos del azar y la  contingencia, así nos da este libro bello, envuelto en la seducción, porque las  palabras corporizan ese “itinerario” en la intemperie. 
               
                Esta “aprendiz de maga” se sumerge en los  resquicios del juego de la vida y avanza envuelta en su pasión.  
                Heridas de póker es una mirada. Es un libro para  abordar despojados, desde otra zona, desde la luz instantánea de un relámpago. 
               
              
              
            MARÍA DEL CARMEN SUÁREZ 
              Buenos  Aires, 2010 
              
              
              
             
            
              
             
              
            CASA DE LA   LECTURA – PRESENTACIÓN   7 DE AGOSTO 2012 
             SOBRE Heridas de póker de María Neder 
              
            
              María me instó, con su libro, a indagar el por qué de mis  largas horas infantiles y adolescentes alrededor de la mesa de póker, y al lado  de mi padre o mi madre. 
               
                Más aún, ese recuerdo me llevó a repasar aquellos  momentos largos que elegía para que dejar que el tiempo transcurra sin prisa o,  más aún, deseando que el tiempo no transcurriese. 
               
                Recordé horas de living y tocadiscos escuchando sinfonías  o violines húngaros o pianos polacos. 
                Recordé las interminables horas con la guitarra en mil y  una noches, sin levantarme de la silla. 
                Recordé el billar que obviamente no es el grosero pool,  sino ese juego de arte y geometría en el silencio ritual de un bar con clientes  atentos al ruido de los marfiles redondos chocando entre sí. 
               
                Y hurgando en ese dejarse estar me propuse encontrar el  factor común, el imán común de esas ceremonias para atraparme en la  contemplación, la escucha o en el juego mismo. 
               
                La propia María me dio la respuesta cuando reveló el  deseo como símbolo, acicate, sustrato y proyección del juego. 
               
                Es necesaria la poesía, pues, para ingresar a otros  planos del conocimiento a los que posiblemente no se acceda completamente desde  los caminos de la memoria como emoción o desde la memoria como pensamiento. 
               
                No había asociado mi propio dejarme estar con el deseo. 
               
                Podría haber imaginado otros símbolos en esas  ritualísticas ruedas de póker. 
               
                A cada jugador semblanteando al otro y decidiendo en  forma urgente una suerte de anamnesis, con todo el diagnóstico completo de la  personalidad del escudriñado. Como si un tal Sigmund Freud ocupase el lugar de  cada uno de los jugadores, saltando de silla en silla para junar profundamente  al otro. 
               
                Podría haber imaginado a cada uno como un Picasso  tanteando sus dibujos desde la yema del pulgar y, a cada cual, a su turno,  ejercitado sus modos de conocer el ser y estar de los demás. Intuitivos  cartesianos a veces, racionalistas kantianos otras, calculadores estadísticos,  adivinadores echados a la suerte. 
                Pero no había reparado en el deseo. 
               
                Parece que siempre hubo un escondite para el deseo. 
               
                ¿Será tal vez que la naturaleza de la máscara reside en el ocultamiento del  deseo? 
                Puede ser, pero serían vanas las explicaciones, habiendo  antes la poesía. 
                
              La poesía de María siempre me impresionó como un  habitáculo del deseo, pero sin máscaras, lo que hace de esta poesía un canto a  la libertad y, al póker, al sublime póker, lo termina desenmascarando,  devolviéndole ese bajo fondo sensual  que ni lo sublime ni la máscara pueden disimular, mucho menos después de que  esta poesía ha sido escrita. 
               
                Seguramente María, por ser María, puede elegir este tema,  esta trama lúdica y teatral para marcar derroteros sensuales de fantasías,  angustias y placeres. 
               
                Pero María, por ser Neder, sabe aunque tal vez ni lo  sepa, que hay una urgencia muy árabe y mediterránea por apropiarse del juego,  por destinarle tiempo y respeto. Y, como ya se sabe, toda gesta árabe -y me  refiero a aquellas que inauguraron culturas, conocimientos y desarrollos a los “más  bárbaros"-, estuvo fundada en el placer. 
               
                Leyendo poesías como las de María Neder, siempre me  tienta la idea de musicalizar una que otra. A veces, por una cuestión de  medidas, pero sobre todo por ser un músico acostumbrado a formas musicales, ese  intento es vano. 
                
              Pero en realidad, vana es la fantasía de musicalizar lo  que ya tiene música. 
               
                Hay poemas con música. Y esto lo sé, pero al revés,  cuando siento que debe hablar mi guitarra. 
               
                Por eso tal vez hubiese sido más natural para mí venir  con la guitarra y callarme la boca, pero estoy aquí con toda mi ignorancia  respondiendo al pedido de una amiga y una gran artista. 
               
                Sé que sobran mis propias palabras, salvo éstas: 
                Gracias, María. 
               
              
              
            JUAN FALÚ 
             Agosto 2012 
              
              
              
             
            
              
            
             
              
            Heridas de  Póker 
            o 
              El juego dentro  del juego. 
            De María Neder
              
            
              Es el momento de Póker de  heridas. Un trabajo de pocas hojas. Es el trabajo de una partida a fondo.  ¿Quién de nosotros puede saber a ciencia cierta cuánto puede durar una partida?  Una partida que se despliega desde una profundidad en sí misma y que ambiciona,  desde esa profundidad: el juego, el póker, darle a la palabra poética la  dimensión de un juego que preserva su autonomía, pero que interactúa en esa  comunicación sin fin de poesía y juego, palabra y póker. Donde la dimensión de  perder o ganar no importa y esa tal vez sea lo primero a notar y genera una  diferencia significativa dentro de la idea de juego tradicional. Un juego que  se hace con la posibilidad de muchas direcciones y fortunas y una sola baraja:  la palabra. La única baraja que inclusive es capaz de percibirse o sospecharse  como marcada. Desde ese juego, con una palabra marcada, porque ya conocemos  libros de María Neder, conocemos su estilo, sus obsesiones, conocemos su  palabra. Esa palabra conocida es la palabra marcada que deberá ir al punto  corriendo en zigzag, tal vez como cualquier palabra. Pero este zigzag no debe  dejar huella. Porque el juego consiste en que no debe abandonar el silencio, la  palabra sobrevivirá a su marca con la protección del silencio. En el Póker  hablar confunde, imposibilita un juego serio, genera sospecha de trampas. El  silencio siempre será el escenario en que se mueve todo juego y de él sale y a  él regresa.  
                
              Heridas  de Póker esta dentro de la tradición donde el juego de palabras nombra, no para  disolverse en lo que nombra, es para armar otra partida, eternas partidas que  se suceden y no se detienen. Tal es pensable que la partida no concluye ni  cuando cerramos el libro. Una vez cerrado el libro de María Neder, dentro  comienza otro juego que el poeta deja gatillado. Como todo juego el blanco es  el infinito.  
                
              ... las Heridas de Pocker, esperan resolver en una eterna  próxima partida. Una partida que dejará al poeta y al lector atrapados en  visiones que impedirán que se separen. Y desde ahí existirán enlazados en la  poesía y el juego. Heridas de Pocker que masticarán lo que en el texto echará a  volar. Cumpliéndose esa bella frase de Charles Lamb: El Póker es una guerra  vestido de deporte. La poesía entonces es juego vestida de heridas. 
               
              
              
            SAMUEL BOSSINI 
             Agosto 2012 
              
              
              
             
              
              
            Sobre READING EDGE, LECTORA A DOMICILIO 
             
              
            
              
                
                
              María Neder solo ha escrito una novela y ha querido  presentarla en Cuba. Aunque desde hace muchísimos años decidió juntar su mundo  al mundo inmenso de la literatura, es con  Reading Edge. Lectora a domicilio, cuando se revela como novelista. El  título, de la sureña Alción  Editora, fue presentado este domingo en la Sala José Lezama Lima  como parte de las actividades por la XVI Feria Internacional del Libro de la Habana. 
                
              
                
                
              Neder integra la delegación de Argentina a la Feria, país invitado de  honor, aunque no es su primer viaje a la isla pues en el 2005 participó en el Festival Internacional de Poesía de  La Habana. Ha publicado dos libros de cuentos: Contra  Corazón y Entre los huecos, además de los  poemarios Cuando octubre y Fisura de boca y el ensayo El misterio es abanico, sobre  la obra del narrador uruguayo Felisberto Hernández. 
               
              
            LA JIRIBILLA, Revista de cultura cubana 
             Helen Hernández, La Habana 
              Foto: Victor Junco 
              Febrero 2007 
              
              
              
             
            
              
             
            Contratapa Novela 
              
            
              Leí  este relato, en su primera versión, hará poco más o menos diez años. Me  deslumbró entonces la precisión y la riqueza del lenguaje de María Neder, la  variedad y el número de personajes, cierta lujuria irreverente en el entramado  de la anécdota y su tono genérico no convencional. Requería -me acuerdo- un  esfuerzo adicional del lector: no entender lo que iba leyendo sino experimentar  en toda su gloria el goce de un ejercicio estético inesperado aún para  cualquier frecuentador de textos de excelencia. 
                 
                
              Lo  de ahora no es otra cosa; lo que usted leerá, lector, no será lo de ayer  “corregido y aumentado” sino puestas en sinfonía, a gran orquesta, las  tribulaciones de esta Teny, lectora a  domicilio con bibliografía propia. Tribulaciones que la enfrentan no sólo  con sus clientes (Ignacia, ciega bellísima, la vieja madre de Andrés, un gordo,  etc.), sino consigo misma, con su propia biografía, que no voy a anticipar  aquí, por supuesto. Un hilo conductor guía toda la novela, desde el comienzo al  fin: El retrato de Dorian Gray de  Oscar Wilde. 
                
              Y está también la inefable Reading  Edge, la máquina de leer, de cuya singularidad nadie se podrá sustraer, en  tanto el que esto leyere no se prometa un mero pasatiempo. 
               
              
            JUAN JOSÉ MANAUTA 
             Mayo 2006 
              
              
              
             
              
             
              
            
              The Reading Edge, Lectora a  domicilio, la última novela de María Neder, es un libro que consigue  provocar un sutil, escondido desasosiego. Desasosiego que uno no quisiera confesar,  pero que, si lo ocultara,  también le restaría al libro uno de sus mayores méritos. 
                
              Una persona lectora desde la más remota infancia, como fuimos todos  los de mi generación y más los que luego nos dedicamos a las letras, entendidas  en todas las variantes posibles: de la enseñanza a la escritura, de la crítica  al periodismo y otras ¿qué teorías, qué interpretaciones, qué historias de la  lectura o qué prácticas de lectura aún desconoce? ¿Qué la puede todavía  inquietar?  
                 
                
              Si  intento trazar una constelación de lo que hemos interiorizado, encuentro por  una parte las reflexiones de los entrañables teóricos que iluminaron la lectura  como Ingarden, Iauss, Iser, el mismo Ricoeur, Chartier. Algunos de ellos, sin  metaforizar denominaron a la lectura como acto de leer, acto realizado con el  cuerpo y concibieron al lector, a la lectora, primero como copartícipes de la  obra y, en una gradación mayor, como aquel o aquella que, junto con el texto y  con el autor, proyectan con el acto de la lectura un mundo en el que se  puede  habitar, como en cualquier otro mundo.  
                
                          “...diré  qué, para mí, el mundo es el conjunto de las referencias abiertas por todo tipo  de textos descriptivos o poéticos que he leído, interpretado, y que me han  gustado. Comprender estos textos es interpolar entre los predicados de nuestra  situación todas las significaciones que, de un simple entorno, hacen un  mundo...”, dice Paul Ricoeur. 
                
               Hasta  aquí, los teóricos.  Pero, además, se  encuentra la unión, que en la pubertad fue cualquier cosa menos metafórica, de  la lectura con el erotismo y todavía más con el autoerotismo. Porque la lectura  puede ser también solitaria, ensimismada y explorar en el ritmo de la letra  aquel que lleva al placer. Y también, aunque no por último,  aprendimos en carne propia el mortífero  peligro que podía entrañar la lectura de aquellos libros que debieron ser  quemados, escondidos, enterrados.    
                 
                
              Entonces,  ¿qué no sabemos con el cuerpo y la cabeza acerca de la lectura para que hoy,  una novela como la de María Neder se acerque al tema y consiga sacudir una  fibra a la que hace vibrar no se sabe si el temor, el escándalo o una cierta  revelación?  
                
               Uno  de los hilos de la trama de Reading Edge, Lectora a domicilio  sigue la historia que narra La Lectrice, una película de Michelle Deville filmada en 1988. En el film, Constance,  fascinada por Marie, la protagonista de una novela, decide a su vez poner un  aviso ofreciéndose como lectora a domicilio. Lo mismo va a hacer Teny, la  protagonista de la novela de María Neder, como una manera de ganarse la  vida,  aunque también en la búsqueda de  un conocimiento anterior, de una historia familiar. 
                 
                
              Pero  lo que a Teny le sucede es que este oficio hoy, ahora, en la ciudad o pequeñas  ciudades en que la ejercita, no se desarrolla con el liviano tono de comedia  que tuvo en La lectrice, o que podría tener en alguna otra historia.  Este oficio es un trabajo que será representado con sus características más  sórdidas. Aparecen las imitadoras que compiten, verdaderas espías que acuden al  reclamo para saber lo que cobra, la manera de leer, en fin, para robar el  trabajo y ejercitarlo. Los clientes no abundan y Teny, obsesionada y en medio  de apuros económicos, va a encontrar en la revista donde publica su aviso una  cantidad de competidoras que se los están quitando.  
                 
                
              Aquellas  “libres, absolutas, limpias palabras de algún libro amado” como fueron las que  le leía su  padre, el oficio mismo, la  práctica misma de la lectura, van a revelar una aterradora tendencia a ser  distorsionados por los escuchas o clientes. Una ciega a la que Teny supone  capaz de elevarse a visiones, intuiciones misteriosas,  la traiciona, busca otros lectores y la deja  en la pobreza. Un cliente que la llama, enuncia discursos obscenos. Mientras  Teny le lee repetidas veces el Retrato de Dorian Grey , un viejo  aprovecha la ocasión para masturbarse. El erotismo asoma una cabeza chueca,  perversa, sin que se pueda decir que Teny lo rechace sino que se deja sumergir  en él. 
                 
                
              Porque  Teny pertenece y vive en una ciudad, que es una época, degradada. Una ciudad  con la que, de manera indirecta, fija una fecha, el comienzo de este siglo.  
                
                          “...  aún vivía cerca de la gran avenida, donde ahora duermen viejos hambrientos y  extranjeros borrachos. No ha pasado mucho tiempo (de acuerdo a este calendario)  y sin embargo las veredas vomitan estupor o gritos, o basura. La gran avenida  me llevaría sin sentido hasta terminar cayendo en el pegajoso sillón de un pub,  como depositándome entre siluetas”.   
                 
                
              La  práctica de la lectura, su función y sus efectos, ha cambiado, como siempre ha  sucedido, con la época. Los temores que en siglos pasados se enunciaron cuando  la lectura comenzó a masificarse parecen haberse cumplido. También, las oscuras  aprensiones de las épocas posteriores. Para poder enfrentar la práctica de la  lectura de este tiempo, sería preciso reemplazar al cuerpo involucrado en el  acto de la lectura, por una máquina, The Reading Edge.  
                 
                
              The  Reading Edge es una máquina compuesta por un scanner capaz de leer una hoja  colocada en cualquier dirección y un grabador que emite una voz, más o menos  baja, más o menos intensa, más o menos lenta. Teny no solo se compara con la  máquina sino que se identifica con ella: 
                 
                “Como  yo, The Reading Edge combina una avanzada síntesis de voz, reconocimiento  inteligente de caracteres y un scanner Bookedge en una máquina ligera y  portátil.” 
                 
                Y  entonces, en un acto en el que el erotismo parece desencadenado por el deseo de  someterse al poder de la tecnología o también, al revés, de dominarla, Teny se  le entrega: página 49. 
                 
                Pero  es justamente The Reading Edge, la máquina,   quien comienza a insinuar una clave, un algo que da razón de los  perversos efectos de la mayoría de las lecturas que en la novela se  representan. Porque, del mismo modo que lo hace la máquina, Teny lee,  pero no interpreta. Y también, o así, se  encuentra con oyentes que no leen los libros como libros, porque son incapaces  de percibir la forma artística que es mediación. Nora Catelli escribió un  ensayo que se llama Testimonios tangibles, y lleva por subtítulo Pasión  y extinción de la lectura en la narrativa moderna. Allí, registra en las  últimas obras de Virginia Woolf la suposición de una degradación de la  biblioteca, de una modificación patológica en la manera de leer, asociada a la  catarata de palabras de la primera y segunda guerra. Esta sería una de las  aprensiones que en la novela de María Neder parecen haberse cumplido. Llama  poderosamente la atención que, como Teny, la protagonista del libro de María,  también Virginia Woolf haya pensado en esbozar, al final de su vida, una  historia de la literatura inglesa que evoca la oralidad sagrada de la lengua.  Teny  a su vez, piensa: pág. 120.  
                
               No  es sorprendente, entonces, que cuando el amor llega para Teny, este hilo de la  lectura que podría llamarse maquinal varíe y que la escucha sea ahora  justamente la madre de Andrés, una anciana, no una vieja, que construye con el  texto y el autor esos mundos en que se podría habitar. Ha pedido,  significativamente, que le lean libros de geografía, y luego le pedirá a Teny  que le lea cartas, antiguas cartas de amor que recibió.  
                
               El  de le lectura, que privilegié, es tan solo uno de los hilos que se entrecruzan  en Reading Edge,  Lectora a domicilio.  Rehuyendo todo simplismo, la compleja estructura de la novela, sus tonos, sus  reiteraciones y fugas, la inestabilidad temporal, las numerosas citas de obras  de las que no se conoce el nombre del autor, brinda al lector, una libertad en  la interpretación, en la enunciación de sentido que da vértigo.  
                Esta  es una novela al mismo tiempo generosa y exigente, severa y desfachatada y, por  sobre todo, intensa. Intensa con la intensidad de la belleza estética.  
               
              
            GLORIA  PAMPILLO 
              Narradora,  investigadora y crítica literaria.  Agosto 2006 
              
              
              
             
              
             
            
              Reading Edge, Lectora a domicilio 
                
              María Neder hoy camina tranquila por  las realidades de la prosa y de la poesía. Tranquila porque sabe de sus tiempos  distintos, de sus mecánicas diversas. Neder publicó cuentos, Contra corazón, 1993, y Entre los huecos, 1994, y hoy, a la hora  de la prosa, aparece esta novela, Reading  Edge, una clara prueba de que el tiempo no ha pasado en vano para ella y su  trabajo.  
                
              La novela es festejo de su prosa, de la misma manera que Fisura de boca, 2003, estableció el presente  de su poesía. Bienvenidos los escritores en donde puede percibirse el paso del  tiempo, el crecimiento. 
                
              La lectora a domicilio afirma, Pero no quiero hacer una historia lineal porque yo no vivo en forma  lineal. Ciertas mañanas amanezco en aquella ruta, entre Talapampa y Cafayate,  aunque mi cuerpo se desentumece en un departamento de esta ciudad despojo.  Sería mentiroso contarme lineal y para mentirosos bastan los nombres de las  cosas. El orden cronológico será alterado o corregido mejor dicho por ese otro  orden, lo sé, algo me conozco, un orden de intensidad. Pertenezco a una  generación, no, a una raza indefinible, fronteriza, a la que le borraron los  nombres.// No vivo por relojes, menos por calendarios (los detesto, nada  significan). Vivo por sensaciones. Ella recuerda mientras está atenta a su  realidad, Los libros se agolparon.  Aprendí cada día un nombre nuevo. Supe anécdotas y lugares inexistentes, supe  de una avenida que antes era calle angosta y de un teatro grandioso que  realmente existió, que después fue una playa de estacionamiento y que hoy es la  gran casa de juegos electrónicos para chicos pobres, la primera que se abrió -grandiosa  obra social-, custodiada por los adolescentes rubios, todos muy parecidos  ellos, altivos, con los uniformes color naranja fosforescente. Y hace su  trabajo, Leer dentro de la abuela,  leerla, leerle, leer para la abuela. Leer los ríos de Europa también era leerla  y meterse en las palabras ya leídas, limpias palabras que la abuela estaría  conservando dentro de su memoria. Sin tarjeta de activación ni propuesta ajena,  la abuela decía leéme, pedía la otra  lectura cuyo resorte era activado por las palabras del libro. 
                 
                
              Juan José Manauta afirma en la  contratapa, Me deslumbró la precisión y  la riqueza del lenguaje de María Neder, la variedad y el número de personajes,  cierta lujuria irreverente en el entramado de la anécdota y su tono genérico no  convencional. 
               
              
              
            EDGARDO LOIS 
             Buenos Aires, octubre de 2006 
              
              
              
             
              
              
            Sobre FISURA DE BOCA 
              
            
                
              
            
              Poesía no aconsejable para iniciados. Menos para complacientes. No es texto de ofrenda, sí de exigencia. El tono mordaz –a veces cáustico– no se improvisa, es resultado de tarea mayor, de paciente elaboración. 
                
              El juego de construcción ingeniosa no lo detiene la autora en la exhibición acrobática de la palabra sino que ahonda y accede con total legitimidad a la categoría superior de lo creativo. Hay colores, tonos y paisajes que remiten a la poética ya clásica (Neruda, Vallejo). 
                
              Allí la ironía se ilumina de modo tan festivo como eficaz. Se atreve hasta los límites abismales de la innovación, asumiendo riesgos de los que emerge claramente vencedora. Imágenes de asombro aparentemente inofensivas, devienen en hallazgos de insospechable riqueza. 
                
              “Es que todo el mundo está sordo” o “Nadie se guarda papelitos de colores”. La brusca detención del ritmo interno, la barra, lo singular, lo insólito revelan el dominio poetizador de María Neder.
                Fisura de boca vale como torrente de agua fresca y nutritiva contribución en estos tiempos de arribismos extravagantes y pretenciosas mediocridades.  
               
              
              
            MARCOS SILBER 
            Enero  2004 
              
              
              
             
              
            
                
              
            Contraportada 
              
            
              Leer  un libro es dialogar con él, conversar de tú a tú con esa selva de palabras. La  poética de María Neder toma de aquí y de allá para armar una especie de collage, un montaje que  intercala preguntas, frases entre paréntesis que funcionan como acotaciones,  líneas truncas, voces ajenas (parafraseadas), guiños, o envíos directos al  interlocutor, fechas, jadeo de crónica de “Sucesos", etc. Así, la  respiración de este libro a ratos narrativo, con muchos nexos de enlace, toma  envión mediante el uso del encabalgamiento, imágenes que se toman de la mano de  otras imágenes y así sucesivamente. El cruce de discursos es evidente. No hay  una línea sino una ramificación, un zigzagueo, un paso de baile que se desmarca  y va de la jerga urbana a lo poético (lo poético “a priori”, ojo). Si la  respiración de un poeta se arma con el ritmo -la música-, el silencio, el  lenguaje y el tema -su originalidad, su nuevo tratamiento-, este libro, tal  como se nombra, es una “Fisura de boca”. (…) encuentra su mejor momento en el  uso de la ironía, un tono de sarcasmo, socarrón y en los poemas decididamente  eróticos. 
                
              Se trata de una poesía  de merodeo, de tantear las orillas de lo que se quiere nombrar y nombrarlo por  sus arrabales, sus aristas, su periferia. La poesía así se presenta como un  juego, algo que hay que ir armando en la cabeza como quien se encuentra una  carta con partes borradas por las manchas del tiempo. Es el aparente desorden  del caos cotidiano entre las ruinas de la urbe; la lengua pasa corriendo entre  jirones de soledad, allí donde todo es abismo, simultaneidad. Y algo se  desmorona “ante los pies desnudos”. 
               
              
              
            JORGE BOCCANERA 
            Agosto 2003 
              
              
              
             
              
            
                
              
            
               “Nadie pronuncia obviedades ni palabras enfurecidas de tango”, es la sentencia con que se abre SÁBADO A LA NOCHE  uno de los poemas finales de Fisura  de Boca.  
                
              Pero sí, se pronuncian obviedades; se dicen  frases hechas, comentarios comunes, se hacen ademanes que se repiten todos los  días y todo ello es obvio.  
                
              Sabemos, lo obvio no es evidente: los  objetos cotidianos, extraídos como metal precioso pero todavía en bruto de las  vetas, son hechos materia despejada,  son  puestos al descubierto, y señalados en el escenario del poema: 
                
              Desde los niños de la calle hasta la escena de  exilio, desde el paraguas hasta el termo,   desde la mortandad del Sur hasta la brocha de afeitar, desde el acto  amoroso más rutinario hasta la partida del amante. Desde el parto -que es  llegada y partida del nacimiento- hasta el camión de la basura. Desde el  murmullo que llega desde atrás de las puertas, hasta el grito callejero más  común, hasta el suceso, hasta la frase hecha.   
                
              Las obviedades son alojadas en los poemas  como joyas en un escaparate, y concitan el mirar y el oír por obra de la letra,  que ejecuta la transformación del lugar común, de la palabra de diccionario,  que “no le sirve a nadie”, en clave de belleza. 
                
              ¿Por dónde  es que regresan estos objetos? ¿Qué les hace  lugar junto a los gestos que reconocemos en el orden diario? ¿En qué  inquietante paisaje de sórdidos decorados tiene lugar este drama de la palabra?,  en el poema que da título al libro María Neder concluye:  
                
              sentir  el temblor 
                la  otra parte  
                escapada  por el tejido abierto. 
                
              Recuerdo  el refrán  “somos dueños de lo que  callamos y esclavos de lo que decimos”. Sin embargo, hay el decir que escapa de  la determinación de callar, se cuela por donde sea, en una duplicación  deformada de la existencia de la voz y de la palabra.  
                 
                
              Es ese trecho, que se abre más allá  de la boca, que hace estallar la comisura, y nos deja ver, haciendo evidente la  dimensión viscosa de lo real, la dimensión que hace vislumbrar que este lado es  otro y que el otro es éste, y que el paso de lado a lado es posible por una  fisura. Un pasaje que pone al descubierto que las puertas se abren desde el  vacío hacia el vacío. Cito los tres últimos versos de “Marzo cero dos”: 
                 
                
              … nos  quedamos con una sola puerta sin paredes. 
                La sombra va con nosotros. 
                El otro lado es éste. 
              Y  del poema “las puertas no se abren en el aire” 
              “La puerta al borde.  
                A la orilla muestra la basura 
                y dos semanas después 
                se abre como boquete al este sobre el ara. 
                Una sola puerta. 
                Eco o presencia alimentada a fuerza de  
                sonar como suenan 
                todas las puertas pesadas y lacradas 
                en el instante que ha de ser abierta ... 
                ... 
                 
                
              En estos días  
                suena en cualquier sitio como si alguien golpeara 
                       del otro lado” 
                
              Pero  se trata de una evidencia que no puede ser entregada frontalmente, sino al  sesgo: el mundo, vuelto a decir en estos poemas, replica y repica, en un  retorno de cosas deformadas, una anamorfosis hecha de bordes, de costuras, de  contornos de agujeros. Ellos se nos entregan como un indicio que discurre por  las brechas:  
                
              “soy trazo en el oscuro de un nombre secreto  
                igual a la costura del tiempo en el ombligo. “  
              “es la mirada recorriendo bordados de una casa “  
                
              Este acceder inexorable de lo otro y  hacia lo otro, viene soportado en la voz, en las voces, en el eco de las voces,  que crispan los que se nos da a ver, y que viene velando la inconsistencia del  mundo: 
                
              “¿tanto engaño para mostrar un agujero? 
                
              Puertas y espejos son la cifra de esa  inconsistencia, cito a continuación versos del poema “Este aire que mordemos” 
                
              “ Nos vemos como al diablo 
                cuando el espectro se yergue en el espejo 
                de lo que no somos 
                y tu boca no puede pronunciar.  
              La puerta de tu puerta....”  
                
              La voz trepa  y se asoma, es mensajera de lo siniestro, nos  asalta desde los azogues, toma la forma del ruego, se vuelve risa casi  inhumana, carcajada, ruina y trizas, nombra lo que no tiene nombre, se vuelve  llamado, se mete por los cuerpos, por los corredores, por las puertas, se  impulsa como un estertor por la boca, por la quebradura, y en el poema se  instala como un alarido : 
                
              “Esa calle también agrietada era tu boca 
                la nuestra. 
                Los sin nombre desfilan por el mismo  
                espacio donde estuvo 
                su figura todas las figuras el grito... 
                
              del poema “La muerte de una persona  no es”.  Y ahora del poema 2 en el  capítulo titulado “Deserción escolar”:  
                
              ...”te metés por la quebradura 
                avanzá por ahí como puedas 
                vos seguí / los alaridos detienen 
                se inflan en el aire como las heridas inmundas   
                aturden el paso... 
                
              “Fisura de Boca” es un libro inacabable.  Mundo partido y repartido, en requiebro y quiebre, que ritualiza el ritual  demiúrgico, que urde cuerpos a partir del barro, cuerpos heridos por el deseo y  la muerte, erosionados por la caducidad   y por el vicio de la palabra. 
                 
                
              Me llamo a silencio, más que para ser  dueña de lo que ahora callo, para continuar persiguiendo el trazo, orillando la  infinita quebradura, protegida por la palabra de María Neder que nos retiene en  el borde, advirtiéndonos del peligro, de lo ilusorio que habita en lo real, en  el  mismo aliento del lugar común, en el  aliento de la poesía. 
                
              ...”por cada línea oscura invitadora. 
                Ir/yendo hacia los lugares peligrosos 
                subir una zona real e insegura por lo tanto. 
                En celo. 
               
              
              
            SUSANA ROMANO 
            Febrero 2004 
              
              
              
              
             
              
              
            Sobre ENTRE LOS HUECOS 
              
             
            Martín Andrade - extracto correspondencia personal  
              
            
              María querida:  
                
              … leí tu libro ENTRE  LOS HUECOS. Me pareció excelente.  
              Te felicito por el uso de  un notable recurso que te sirve para aplicar la yuxtaposición temporal, cada  vez que las distintas tramas lo requieren. Y ese recurso -la sintaxis errática-  (yo la llamo así), lo usás con absoluto conocimiento técnico y autoridad  literaria. Sin embargo, el cuento que más me agrada es “Café tibio”, que está  narrado en un tiempo que sigue, respeta la cronología de "los  hechos", pero, que considero un relato perfecto porque está escrito de tal  manera que es el lector quien tiene que  terminar de escribirlo. Reitero mi felicitación por tu original libro…  
                
              Martín 
               
              
              
              
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