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ROQUE DALTON
Y me llamarán el escrutador. El más apto para ser odiado.
Año 1969. Mario Benedetti hace una entrevista para la revista uruguaya Marcha, allí Roque Dalton declara:
Al igual que un gran número de poetas latinoamericanos de mi edad, partí del mundo nerudiano, o sea de un tipo de poesía que se dedicaba a cantar, a hacer la loa, a construir el himno, con respecto a las cosas, el hombre, las sociedades. Era la poesía-canto. Si en alguna medida logré salvarme de esa actitud, fue debido a la insistencia en lo nacional. El problema nacional en El Salvador es tan complejo que me obligó a plantearme los términos de su expresión poética con cierto grado de complejidad, a partir por ejemplo de su mitología. Y luego, cierta visión del problema político, para la cual no era suficiente la expresión admirativa o condenatoria, sino que precisaba un análisis más profundo. Esto me obligó a ir cargando mi poesía de anécdotas, de personajes cada vez más individualizados. De ahí provienen ciertos aspectos narrativos de mi poesía, aunque, llegado a determinada altura, tampoco resultaron suficientes y debieron ser sustituidos por una suerte de racionalización de los acontecimientos. Viene entonces mi poesía más ideológica, más cargada de ideas.
Acababa de recibir el Premio Casa de las Américas, por decisión unánime del jurado integrado por Efrain Huerta, de México: José Agustín Goytisolo, de España; Antonio Cisneros, de Perú: René Depestre, de Haití: y Roberto Fernández Retamar, de Cuba.
El libro premiado, La taberna y otros poemas, es un hito de ruptura y -al mismo tiempo- de continuidad en el desarrollo de la expresión; están presentes los personajes, la utilización de la anécdota, la índole narrativa. Ruptura en la medida en que plantea y acentúa de una manera nueva, la expresión política, llevando así el conflicto a lo ideológico, rompe con una serie de estructuras caducas del movimiento revolucionario.
Su vida estuvo marcada por su participación en las luchas por la liberación de su país. Dalton era además de un destacado poeta (publicó más de quince títulos y recibió numerosos premios nacionales e internacionales) un experimentado polemista, un brillante periodista, un teórico de la lucha armada latinoamericana, con antecedentes de persecución, cárcel y exilio, sufridos durante las dictaduras de turno en El Salvador.
Había nacido el 14 de mayo de 1935 en el Barrio San Miguelito de la ciudad de San Salvador. Estudió derecho y antropología en las Universidades de El Salvador, Chile y México. Desde muy joven se dedicaba al periodismo y a la literatura, obtuvo diversos galardones en certámenes nacionales y centroamericanos. Sus primeros poemas salieron publicados en la revista Hoja (Amigos de la Cultura, San Salvador, 1956) y en Diario Latino de la misma ciudad. Por su militancia política, sufrió cárceles y destierros. Vivió emigrado en Guatemala, México, Cuba, Checoslovaquia, Corea, Vietnam del Norte y otros países.
Durante los últimos tiempos de su lucha política escribió numerosos poemas en la clandestinidad, los que circularon ilegalmente bajo diversos seudónimos como: Vilma Flores, Timoteo Lue, Jorge Cruz, Juan Zapata y Luis Luna.
La distancia que media entre R. D. y nuestro presente es menor que la de su generación y la de los años treinta. Los derribó con el simple insulto Viejuemierda.
Recordar al mejor poeta salvadoreño del siglo XX nos compromete a utilizar con su legado un instrumento de crítica semejante al que él mismo nos heredó.
R. D. tuvo un conflicto dentro del Partido Comunista y, en esa organización, a los que disentían se les cargaba con motes de “divisionistas” y cualquier cosa era considerada inmediatamente peligro de “agente enemigo”.
Si bien el “Miguel Mármol” es el punto de partida para remontarnos hacia 1932, esta obra nos ofrece una visión partidaria y tardía del evento. A nuestra generación le corresponde revelar lo que ahí silenció una visión marxista ortodoxa. La ortodoxia diluye todo conflicto en uno de clase. Tendríamos que revalorar lo que los autores de la época pensaban del acontecimiento. Por más devoción profesada hacia R. D. —sólidamente plantado en el canon de la poesía salvadoreña— no podemos omitir que este libro ofrece sólo un punto de vista partidario e insuficiente, en tanto reconstruye las circunstancias y sucesos retrospectivamente y juzga los años treinta con los parámetros ortodoxos de los sesenta. El insulto sustituye la historiografía. Existe una dificultad para comprender la complejidad de los mecanismos ideológicos y de lo difícil que era el debate sereno de deas en un país donde no había tolerancia para las investigaciones independientes y donde la pugna comunismo-anticomunismo arrastraba con su tracción maniquea a muchas personas inteligentes. R. D., tan lúcido él, acaso quedó atrapado en ese horizonte.
Veamos las encrucijadas del mundo en que vivió: hombre de ideas pero también de creencias, continuamente negociaba con sus pulsiones creativas, cosmopolitas, por un lado, y la disciplina partidaria y el amor a una causa, al mismo tiempo. Todo esto en un horizonte de trazos gruesos, urgentes, violentos. Servir a la razón, al partido y a la poesía al mismo tiempo no debía ser fácil y, a veces, sus ideas naufragaban bajo el peso de las creencias.
R. D. fue un trasgresor en el sentido más purista de la palabra. Se la jugó de verdad. Sabemos de muchos que quieren escandalizar, especialmente hoy, pero es difícil asustar en estos días de grandes horrores. Un verdadero Irreverente que empuja al mismo tiempo con su ironía y su experimentación, la contundencia de sus paisajes verbales y el cuestionamiento constante para provocar más debate.
A veces se da el caso de que los personajes opinen en contra de lo que yo pienso. Eso lo hago para establecer una contradicción dialéctica, en el seno de la expresión poética. El lector es quien puede resolverla.
Es un poeta que salta y alterna los géneros, va de una primera poesía de tono nerudiano hacia Vallejo, ejercita el collage con discursos diversos y a veces antagónicos en apariencia, va de lo “culto” a las locuciones populares, del lirismo más trabajado a la cuerda conversacional y a las letras de canciones populares. Todo esto con sus heterónimos, el juego de simulacros y los ya mencionados poetas inventados que suman voces a su poesía clandestina. Y siempre la lucidez y humor desopilante.
Usted sabe: me quedan algunos meses de vida. Los elegidos de los dioses seguimos estando a la izquierda del corazón. Debidamente condenados como herejes.
Eduardo Galeano ha escrito sobre él:
Roque Dalton, alumno de Miguel Mármol en las artes de la resurrección, se salvó dos veces de morir fusilado. Una vez se salvó porque cayó el gobierno y otra vez se salvó porque cayó la pared, gracias a un oportuno terremoto. También se salvó de los torturadores, que lo dejaron maltrecho pero vivo, y de los policías que lo corrieron a balazos.
Y se salvó de los hinchas de fútbol que lo corrieron a pedradas, y se salvó de las furias de una chancha recién parida y de numerosos maridos sedientos de venganza.
Poeta hondo y jodón, Roque prefería tomarse el pelo a tomarse en serio, y así se salvó de la grandilocuencia y de la solemnidad y de otras enfermedades que gravemente aquejan a la poesía política latinoamericana. No se salva de sus compañeros. Son sus propios compañeros quienes condenan a Roque por delito de discrepancia. De al lado tenía que venir esta bala, la única capaz de encontrarlo.
Sufría de amor por El Salvador, se moría de frío por El Salvador y de rabia y de risa. De Roque todos hablan a risa abierta, como si no hubiera muerto, como si no lo hubieran asesinado en El Salvador el mes en que cumplía cuarenta años, mayo de 1975.
Lo mataron a quemarropa. Se dice que sus matadores, sin valor para mirarlo a los ojos, le inyectaron un somnífero antes de dispararle. También se dice que lo liquidaron de sorpresa: llegaron a su lado y de súbito le descargaron los tiros. Pasara lo que pasara en esa hora siniestra, aquella fue la última de las celadas que le tendió la vida. El sacrificio de R. D. estuvo en el génesis del nuevo poder que emergió entre combates guerrilleros y protestas sociales. Sus asesinos eran un pequeño grupo de conspiradores que con los años llegaría a ser una poderosa organización armada. Dos de los sobrevivientes de aquella célula estamparon su firma en el documento que puso fin a la más cruenta de las guerras libradas hasta ahora en El Salvador.
Publicó una vasta obra poética: Mía junto a los pájaros (San Salvador, 1957), La Ventana en el rostro (México, 1961), El Mar (La Habana, 1962), El turno del ofendido (La Habana, 1962) Los Testimonios (La Habana 1964), Poemas (Antología, San Salvador, 1968), Taberna y otros lugares (Premio Casa de las Américas, Cuba) (La Habana, 1969), Los pequeños Infiernos (Barcelona, 1970).
Entre sus ensayos se encuentran César Vallejo (La Habana, 1963), El intelectual y la sociedad (1969), ¿Revolución en la revolución? y la crítica de la derecha (La Habana, 1970). Miguel Mármol y los sucesos de 1932 en El Salvador (1972) y Las historias prohibidas del pulgarcito (México, 1974).
Póstumamente se publica su novela Pobrecito Poeta que era yo (1981) y las obras poéticas: Los Hongos, Un libro levemente odioso (1989) y Contra ataque.
Para Saúl Yurkievich, por ejemplo: “Dalton reacciona contra todas las censuras, contra toda delimitación externa del desible poético, de la libertad expresiva, contra las convenciones mutiladoras de derecha e izquierda, contra el clasicismo y, en especial, contra el enemigo interno, el acartonado realismo socialista”.
La “muerte horrenda” de Dalton, como la llamó Julio Cortázar, levantó una exclamación de repudio en todo el mundo y le dio paso a su leyenda.
Celebremos a Roque Dalton como se lo merece. No sólo en la controversia, sino en el turno del rock, del hard metal rock, con música de The Clash o Piazzolla para adelante, pues lo demás es nostalgia por lo abolido. Celebremos su poesía de rompimiento y de engarce magistral entre militancia política y oficio poético. Su experimentación en las formas literarias sobresale fuertemente y lo instala cada día como voz fundamental en la literatura latinoamericana.
Uno hace versos y ama/ la extraña risa de los niños,/ el subsuelo del hombre/ que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,/ la instauración de la alegría/ que profetiza el humo de las fábricas.// Uno tiene en las manos un pequeño país,/ horribles fechas,/ muertos como cuchillos exigentes,/ obispos venenosos,/ inmensos jóvenes de pie/ sin más edad que la esperanza,/ rebeldes panaderas con más poder que un lirio,/ sastres como la vida,/ páginas, novias, esporádico pan, hijos enfermos,/ abogados traidores/ nietos de la sentencia y lo que fueron,/ bodas desperdiciadas de impotente varón,/ madre, pupilas, puentes,/ rotas fotografías y programas./ Uno se va a morir,/ mañana,/ un año,/ un mes sin pétalos dormidos;/ disperso va a quedar bajo la tierra/ y vendrán nuevos hombres/ pidiendo panoramas./ Preguntarán qué fuimos,/ quienes con llamas puras les antecedieron,/ a quienes maldecir con el recuerdo./ Bien./ Eso hacemos:/ custodiamos para ellos el tiempo que nos toca. (Por qué escribimos, de “La Ventana en el Rostro”, 1961).
En REVISTA JUGLARÍA Nº 14 , septiembre de 2006
Quizás a mí me salven estos versos que digo
ANTONIO ESTEBAN AGÜERO ¿POETA SILENCIADO?
A poco menos que un siglo de su nacimiento, Agüero continúa siendo el nombre clave para conocer San Luis, más específicamente Piedra Blanca, donde nació. El paisaje ha cambiado sustancialmente y la voz del poeta mantiene la respiración.
“Como no sé, ni puedo cantar cosas grandes, canto la modestia de las cosas rurales”, escribió Antonio Esteban Agüero, poeta de su propio mundo. Quizá sea el mayor lírico puntano perteneciente a la brillante generación argentina del 40 y en ella, especialmente, a la tendencia "bien servida por provincianos", según Anderson Imbert, orientada hacia el "canto natal".
Los libros de Agüero muestran con nitidez las rutas que trazó en la expresión y conciencia que tuvo; revelan los propósitos que guiaron su poética, obras que construyen mitos con paisajes y personas entre los cuales creció y en donde la identificación, el estado de “vivir en poesía” -como lo definió- surge como condición primordial.
Al respecto, el salteño Santiago Sylvester explica: “Hubo un tiempo en que la poesía argentina necesitó nombrar al país, contar lo que en cada comarca había, sucedía, alegraba y se sufría. La poesía actual, en cambio, muestra la época, su complejidad, su malhumor, su densidad y, algunas veces, su esplendor; pero el país está casi secreto, apenas entrevisto. Lugones, Dávalos, Borges, Molinari, Luis Franco, Mastronardi, Ramponi, hicieron un verdadero inventario de costumbres, sucedidos, barrios, flora y fauna: un amor por el país y una fe visible por su destino. Con esas ganas de dar testimonio de lo propio, -continúa Sylvester- la poesía de Antonio Esteban Agüero cuenta lo más profundo de San Luis. En sus romances nombradores, en sus cantatas, está la vena principal porque nombra con conocimiento y veneración lo que más le importa: habla en secreto a sus vecinos, les cuenta lo que ve, les dice su pequeño país. Sus poemas de gran altura siempre tocan tierra cuyana.”
En este punto es notable la similitud con el poeta mexicano Ramón López Velarde, nacido en el pueblo de Jerez, Zacatecas, quien en su primera etapa, canta también a sus “sierras azules”, a las mujeres secretas, a las horas de la siesta. Ambos parten del cultivo de la sensibilidad y construyen una poesía pasajista que sostiene la instancia histórica.
En prosa, cabe validar Historia y Leyenda de la Villa de Merlo, minimizada literariamente como una reconstrucción “errada”. El desconocimiento de la intención a priori de Agüero sumado a una lectura facilista -que no diferencia historia de literatura- lo ponderan y sellan como poeta, en desmedro de su calidad narrativa. El recorrido ficcionado sostiene la atención del lector, Agüero lo logra con comentarios pintorescos, descripciones, interrupción del eje temático de cada capítulo para demorarse en una mirada irónica que hace pensar en el novelista trunco.
En 1960 el diario Clarín le otorgó por voto unánime de los jurados Jorge Luis Borges, Enrique Larreta y Fermín Gutiérrez, el Premio Sesquicentenario de la Revolución de Mayo al poema Un hombre dice a su pequeño país, el único libro que podía conseguirse en el 2000, editado en Mendoza. En Buenos Aires, se encuentra aún la primera edición, con prólogo de Dardo Cúneo. Y en cuanto a la Obra Completa, agotada en pocos meses, la última edición ya cumplió los diez años. Libreros, turistas, estudiosos, esperan la anunciada reedición a cargo de la Editorial de la Universidad Nacional de San Luis, que tiene los derechos. Informan que el material está listo para impresión, sumarán un cuarto tomo con nuevos escritos entregados por la segunda esposa de Agüero. Mientras tanto, también en Villa de Merlo se consigue una edición ilustrada por Beatriz N. Ramírez de Capitán de pájaros, donde se incluyen algunas canciones, la Cantata del Abuelo Algarrobo y Digo la Mazamorra, poema popularizado por Mercedes Sosa con música de Peteco Carabajal.
AGÜERO BÁSICO
Piedra Blanca (S. L.) 7 de febrero de 1917- San Luis, 18 de junio de 1970.
Pasa infancia y juventud en Villa de Merlo. Su primer libro Poemas Lugareños se publica en 1937. Desde 1938 colabora en el diario La Prensa (Bs As), en La Nación (Chile), El Comercio (Perú), El Hogar, Mundo Argentino, Vosotras, Los Andes, Los Principios, Ideas (San Luis). Desde 1955 ocupa cargos públicos en San Luis: Presidente del Consejo Provincial de Educación, Director de Cultura, Ministro de Educación y más tarde Ministro de Gobierno. Recibió varias distinciones, entre ellas el Primer Premio Nacional de Literatura Regional (máxima distinción a que podía aspirar un escritor del interior) con Cantatas del árbol y Romancero de niños. La Universidad Nacional de San Luis otorgó el título de Doctor Honoris Causa Post-Mortem. Obras: Poemas lugareños (1937), Romancero aldeano (1938), Pastorales (1939), Romancero de niños (1946), Cantatas del árbol (1953), Un hombre dice a su pequeño país (1972), Canciones para la voz humana (1973), Poemas inéditos (1978), los tres últimos publicados después de su muerte.
LIBROS CONFESIONARIOS - WEBLOG Y LITERATURA
Desde hace algunas semanas el éxito rotundo de dos blogs se convirtió en los libros: Ciega a citas 227 días para conseguir novio, de Lucía González y Quiero un novio -la verdadera historia de una mujer sola (pero enamorada)- de Lorena Bassani. Ambas autoras son protagonistas de sus historias personales con detalles íntimos y autobiográficos. La coincidencia es que ambas son periodistas, rondan los 30 años y buscan un “novio”, aunque sus causas y razones son bien diferentes. Comenzaron a confesarse en el weblog y de aquí en más se dispararon otras historias coincidentes en el suceso. Ciega a citas y Quiero un novio denotan la nueva tendencia de escritura que se trasladada a libro, aunque -se sabe- las autoras han debido reelaborar las experiencias volcadas en el blog, lo cual significa “darle forma literaria”.
Lorena Bassani (autora del blog Quiero un novio), que en sus dos meses y medio de duración registró más de 400.000 usuarios únicos por mes, más de 1 millón de usuarios en los 2 meses y medio de vida, con 44 entradas (publicaciones) de 19.800 comentarios y un promedio de 450 por posteo, arranca confesando: Este libro es muchas cosas. Es un libro de autoayuda (ayuda para mí misma) Es una novela conocidísima para muchas mujeres que serían mis amigas y un sueño de venganza para otras con las que nunca tomaría un café. En idéntico tono sostiene el libro, lo agudiza, ironiza, recapitula su historia de mujer para quien el problema de la búsqueda implica que muchas veces no se sabe qué es exactamente lo que se busca, sin embargo tiene muy claro que: Ni una frígida, ni una policía, ni una buscadora de remiseros, yo soy otra clase de mina. Y concluye reconociendo que está sola y feliz de poder contar la verdad. “Quiero un novio” anhela y rechaza el mismo concepto invocado, el subtítulo del libro aclara: La verdadera historia de una mujer sola (pero enamorada). No llegamos a saber si ese hombre a quien dedica el libro, el amado, (escondido y claramente con otra pareja) no estará tal vez acomodándose al rol que le otorga la autora. Treinta años y una vida prácticamente perfecta. Lorena es profesional, independiente, inteligente, sensible, propietaria, ella misma deja tácita la pregunta ¿qué anda mal? Está en un buen momento espiritual, emocional y psicológico. Goza de buena salud, saldó sus deudas, sus amigos la aman, como quien dice: salud, dinero y amor. ¿Amor? No como ella quisiera. El suceso del blog valida el libro, denominado novela, e implanta un suceder de preguntas, buceo interno, prosa provocativa e indudablemente conducente al sostén de la comunidad bloger, comunidad que se ampliará convocando a otros lectores, amantes del papel impreso y que todavía creen en amores convencionales.
Mario Levrero afirmó que todo puede ser literatura. ¿No es acaso ésta una nueva tendencia, un nuevo camino hacia otra literatura? La intimidad (¿cómo denominar lo íntimo dentro del paisaje público?), la vida (otra palabra insuficiente), el deseo, las ondulaciones de la mente, se inscribien en el blog, los visitantes aceptan o rechazan la ¿confesión o ficción?, festejan esta forma de inclusión social, ser parte, es decir: ser aceptado. La cambiante estructura rearma identidades, pero es el lenguaje, la palabra escrita -aún en los graffittis- la que da realidad al ser. Gana la palabra impresa. Lorena consiguió un libro.
Lucía González presenta una historia mejor y más elaborada: Ayer tendría que haber matado a mi madre y a mi hermana, pero en vez de apuñalarlas me comí medio lemon pie y lloré comienza “Ciega a citas”. La autora presenta situación y personajes. Enfoca en la primera página la aún vigente instancia social en la que “lo normal” es tener un novio impecable para casarse. La boda próxima de su hermana menor pasa a ser el límite auto impuesto cuando escucha detrás de una puerta a su madre diciendo… que mi familia iba a sufrir tanto como yo al verme bailar sola y borracha… que ella sabía que yo iba a ir sola… y que si no fuera así, pagará toda la fiesta. Lucía decide en silencio desafiar esa apuesta y dispone de doscientos veintisiete días para conseguir un novio “normal”. Una y otra vez probará salidas con compañeros de trabajo, amantes anteriores y hasta citas en Internet, siempre con ese móvil: ganarle a su madre. Anécdotas hilarantes, reales, emotivas, bien articuladas, se suceden a lo largo de breves capítulos fechados según avanzan los días.
Luego de ser uno de los blogs más leídos y comentados de los últimos tiempos (llegó a recibir hasta mil comentarios en una sola entrada) Aguilar edita esta historia en la que su autora sabe cómo se maneja un discurso creíble, arma diálogos fluidos, satiriza y hasta mecha comentarios como el de la wedding planner: Me quedé impresionada con la cantidad de chupasangres que viven de esto.
La historia personal genera una pertenencia porque en el proceso de la escritura en las weblogs se arma una identidad (sea ésta develada u oculta). El recorrido es intenso, requiere mudanzas, desplazamientos, dejarse seducir por una inversión de paradigmas, la superposición de lenguajes, la inmediatez de las redes de palabras electrónicas. Estos circuitos de la palabra son otra búsqueda de representación del acto literario. Lo más probable es que ni a los blogers ni a los lectores del libro les interese si se trata de un diario íntimo (aunque si lo fuese… ah!) o de un encimamiento de diarios íntimos. A este punto, sospechar que Bassani y González dieron cuerpo a una ficción corporizada desde cada blog, resulta más seductor. Sería parte de otra reinvención literaria para validar la escritura como territorio. Luego, el libro vendría a defender esa creación. Lo evidente es la necesariedad del libro para dar cuerpo a historias nutridas por un infinito número de cruces y desplazamientos.
Lo claro está que, en esa multiplicación de efectos, el blog es inabarcable. Lucía González confesó en un reportaje: …van a encontrar no sólo lo que fui contando y escribiendo en el blog, sino también cosas que quedaron afuera…(que) por límites del blog nunca pude desarrollar. ¿Insostenible en un tiempo que es espacio virtual?
Estas ediciones vienen a constituir la confirmación de la eterna vida del libro impreso. Y más aún: tampoco termina aquí: los libros seguirán siendo disparadores de films, series televisivas u otros formatos. El año que viene, si todo sale bien, estarán viendo la serie de televisión que va a desarrollar Rosstoc, la productora de Alejandro Suaya y Gastón Pauls -anuncia González.
Lo corpóreo se planta en el circuito comercial. Estas ediciones son la existencia no virtual. Otra es la navegación de este preciado objeto llamado libro.
Bibliografía
Titulo CIEGA A CITAS 227 días para conseguir novio
Autor Lucía González
Título: QUIERO UN NOVIO La verdadera historia de una mujer sola (pero enamorada)
Autor: Lorena Bassani
DÉCIMAS Y DECIMEROS
LOS SONES TIENEN EL MANDO
El son se cultiva también en Cuba, Perú, Venezuela, Panamá.
Suma, nace y renace la poesía y la música.
Pero especialmente en Veracruz y regiones de Guanajuato la tradición mexicana mantiene la respiración, vive, anda por el futuro.
Y las pausas son latidos
Volverse calabaza, sonar a leyenda y sentimiento. Ser alimento del sueño.
La décima es uno de los múltiples regalos de la cultura española al cual el pueblo de México ha sabido imprimirle un sello singular. Durante siglos, en la zona de influencia de lo jarocho, una mezcla interesante de cultura española, india y africana, la décima se ha ido transformando en un vehículo imprescindible para las inquietudes del pueblo mexicano. Con la décima se le canta al amor y al paisaje, pero también se hace política o se cuentan historias, reales o imaginadas.
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PUNTOS CARDINALES
Daniel Moyano, desde las periferias.
En México la región mixteca es “el país de las nubes”, tal la traducción de la lengua aborigen. Por estos aires del sur hay un país de las nubes que no tiene nada que ver con aquella mixteca mexicana. Un país menos geográfico se extiende hacia regiones del pensamiento desde las pantallas comerciales (no sólo las de televisión). En esta zona de borrascas más o menos oscuras, se inauguró hace años el gran encuentro con el libro, sí, La Feria. Es otro país que muchos escritores no quieren pisar y otros visitan sonrientes. Estoy metida en camisa de once varas ya que comencé por un mapa inabarcable, tanto geográfica como culturalmente, a no ser que elija una parodia llamada realidad.
Siempre tuve una atracción hacia lo no masivo, lo que está fuera de los circuitos habituales, aún recorriéndolos. Quiero decir que me encanta mirar “debajo de”. Y a la hora de elegir autores para leer en mi programa de radio “El viaje” (desde estos aires buenos no se puede escuchar, porque se emite en el interior: Villa de Merlo, San Luis), a la hora de la siesta –que de verdad existe–, cuando elijo, decía, busco aquellos libros desconocidos, autoras y autores poco visibles en el país de estas nubes. Me fascina que esto me suceda en “el interior”, me siento más periférica, no quiero decir border –ojo.
Así es como mis oyentes conocen a Silvina Ocampo, Reina Roffé, Sara Gallardo, Juan José Manauta, Daniel Moyano, Enrique Wernicke, Gabriel Montergous, Edgardo Lois, Marcos Silber, Pepe Bianco, Néstor Sánchez…,perdón, no puedo con una pretendida lista, los naufragios no caben en este perímetro del papel. Prefiero intentar el acceso, como lo hice este año en la Feria del Libro.
La mesa se llamaba “El canon literario, ley y naufragios”. Encajaba exacto con un trabajo que comencé hace años sobre la obra de Daniel Moyano. Para quienes confunden este nombre con otro más conocido relacionado con la CGT, aclaro que no son parientes. Daniel Moyano (tan músico, tan narrador) nació en 1930 en Buenos Aires, pasó su infancia en Córdoba y luego se radicó en La Rioja hasta que logró exiliarse en España luego de vivir dos simulacros de fusilamiento. Los datos sirven si el naufragio es intento de rescate. Valga para ver bajo las nubes una obra necesaria.
Sábado soleado, fiesta de libros, Sala Alfonsina Storni. Y a hablar sobre un autor, sobre la valoración artística –en este caso literaria–, acerca del asunto de los circuitos impuestos, al que suelen referirse a menudo los músicos argentinos. Una región que se funda sobre una especie de “función social” ¿imagen social?, algo como resignificación que a priori ubica autores/nombres antes que obras.
Vuelvo a admirarme ante la coexistencia de rutas de estudios y lecturas tan sorprendentes que dan como resultado el desconocimiento absoluto de autoras y autores fundamentales por parte de egresados de Letras y –paralelamente– foros virtuales dedicados a esos escritores ausentes en el ámbito universitario, la lista es apabullante.
Hablé sobre Daniel Moyano. En este momento quiero remarcar que él se consideraba riojano, así también “entra” en la zona ignorada por la literatura canónica. Este “ser riojano” se liga con la elección de una identidad, la del hombre del interior, a su vez ligada con la identidad de “sudaca” en España, donde murió en 1991. Identidad que opera como núcleo de su obra y,
probablemente, una de las causas de la exclusión del canon académico. Hasta hace muy poco ocurría lo mismo con Héctor Tizón. Se trata de dos autores honestísimos, con una escritura desligada intencionalmente de la vida urbana. Se los denominó periféricos por esta razón. Moyano extiende sobre la mesa la realidad de la exclusión del hombre del interior, con El oscuro (1968); luego con la obra maravillosa El trino del diablo(1974), El vuelo del tigre (1981). La gran producción de un centenar de cuentos, publicados en libros como La lombriz (1964), El fuego interrumpido (1967), El estuche de cocodrilo (1974).
Lo más importante hoy es que la obra del sobresaliente escritor comienza a “moverse” en el escenario literario. La aparición el año pasado de su novela póstuma Donde estás con tus ojos celestes (inédita durante 13 años) se suma a la publicación de otros libros suyos. Además de traducciones a varias lenguas y reediciones locales como la novela Libro de navíos y borrascas y el libro de cuentos editado en Asturias Silencio de corchea, desconocido hasta ahora en nuestro país.
Estas publicaciones recientes obviamente son la necesaria difusión editorial que vuelve a colocar a este narrador argentino en el lugar de los grandes contadores de historias. No hay duda de que comienzan amoverse los libros de Moyano a partir de diciembre del 2004, cuando el sello editorial Interzona publicó la compilación de cuentos titulada El rescate y la editorial cordobesa Rubén Libros reeditó la imperdible: El trino del diablo.
Volvamos a aquella tarde. La cola para ingresar a la Feria por avenida Sarmiento llegaba hasta avenida Santa Fe ¿dos cuadras? Los que participábamos en la mesa debíamos pagar la entrada (país de las nubes) y parecía ser difícil comenzar en horario, pues no llegaban ni las/los conferencistas. A casi media hora de lo anunciado una concurrencia importante estaba dispuesta a enterarse de qué es el canon, qué diríamos, de quiénes.
Cuando me tocó el turno, en un instante se produjo algo como una luz, cuando me oí decir “el realismo es lo testimonial” y, en ese momento, levanté la vista para observar a los oyentes. Así reafirmé que es la manera válida de narrar, ficcionar las locuras histórico-políticas hasta el punto de hacer música con palabras –la más potente característica de Moyano–. Narrar con los sonidos exactos y lograr los acordes de exilios, silencios y desapariciones. Ser escritor provocador de buceos, desacomodarnos y lograr que nos honremos en bucear en las periferias.
Ahora, potenciados los sonidos internos, aparecen, por ejemplo, el guitarrista italiano, Carlo Domeniconi fascinado con la novela El trino del diablo, que traslada palabras a instrumentos hasta los conciertos en Berlín en 1997 y 1998, antes de editar el compacto del mismo nombre. Oír entonces la circularidad argentina, pues aunque la historia comience en La Rioja y su
personaje, como todos los del interior, llega a la city porteña, en el final es la postal desgarradora, por tanto silenciada. Una conducta dominada por el sino.
Testimoniar, desde las periferias. Testimoniar un territorio incomprensible, como también expresó Mario Paoletti en un reciente viaje a su provincia natal, rehacer un recorrido olvidado, que es nuestra historia y nuestra cultura.
Desde las periferias, fuera del canon, también me había encontrado días antes con un foro virtual, en donde un tal Gustavo –evidente caminador por zonas ocultas– recomienda al grupo: A todos los lectores actuales o potenciales de Daniel Moyano les comento que en la Web se consiguen bastantes libros, tanto en Argentina como en España, además de los tres últimos publicados. También les cuento a los porteños y “payucas” que visiten los Buenos Aires (¿qué tienen de buenos?) que en las Ferias de Libros como Parque Rivadavia, Parque Centenario y otras, con un poco de paciencia pueden encontrar buen material. Otro lugar está en calle Florida, pasando Paraguay: subiendo a la mano derecha, hay una galería con una docena de librerías de usados que también tienen libros de Moyano y que lo conocen.
Espero que esta información les sea de utilidad. Lean todo lo que encuentren de Daniel Moyano, que no tiene desperdicio.
¡Ay! Gustavo desconocido, ¿qué tendrá que ver esto con la Feria del Libro de la que participé para despejar algunas nubes de mi país sureño? ¿Estamos parados en algún lugar? Ahora lo dudo, más ahora que escribo esta nota y recuerdo que no hubo tiempo para concluir la ponencia, en la soleada tarde de sábado y tanta gente. Pero todo esto no debe preocuparnos mucho, porque en este país de las nubes damos la vuelta al perro mientras allá lejos el tiempo es otro. En España se realizaron las Jornadas de Estudio en Honor de Daniel Moyano “Escritores sin Patria”.
Periódico Desde Boedo (Buenos Aires, 2006)
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